Este fin de semana tuvo la particularidad de propiciarme dos
bellos encuentros "con mujeres que cuentan"... Ambas citas tenían
diferentes propuestas, en una, sábado por la tarde, dos mujeres sentadas en una
mesa de café contaban "HISTORIAS ROBADAS", de amores y desamores, de
encuentros y desencuentros.
Durante el desarrollo de las
historias narradas con suma entrega y dedicación fui siendo transportada a
mundos impredecibles, al pasado de tías con historia, a las vidas de otras
mujeres transitando sus presentes y sus pasados.
Y entre cuento y cuento fui
descubriendo que sin duda estas mujeres cuentan, cuentan en la vida de la
gente, cuentan como valiosos eslabones de una cadena humana, cuentan porque
valen, valen porque cuentan para todos aquellos que nos cruzamos en su
maravillosa existencia.
La otra cita, domingo por la
tarde, aún resuenan en mi cabeza cuando "LAS MUJERES CUENTAN SUS
RAÍCES", también dos mujeres, descalzas en contacto con la tierra,
sentadas en bancos cubiertos de los productos de nuestros telares alrededor de
un fuego muy femenino me alzaron y me llevaron en andas a pasear por historias
de pueblo, de tierra adentro, de raíces profundas, de aroma a romero y cedrón.
Y también hallé mujeres que cuentan, cuentan en la vida de la gente, cuentan
como valiosos eslabones de una cadena humana, cuentan porque velen, valen
porque cuentan para todos aquellos que nos cruzamos en su maravillosa
existencia.
Y de nuevo, casi como nuevo
apareció el valor de la pausa, de las manos que se mueven acompasando una
historia, de los ojos abiertos perdidos en vaya uno a saber qué horizonte, del
simple gesto de ponerse de pie para expresar una oración o la grandeza de
sentarse pequeña en un banco de madera.
La magia de entonar un trozo de
melodía que ilustra genialmente lo que se está percibiendo en cada palabra, la
mujer creando vida permanentemente, dando a luz cada vez a través de su voz,
relatando desde su vientre historias que marcaron su propio existir.
Narradoras, ¡mujeres que
cuentan...!