domingo, 29 de marzo de 2020

Un hoy, un encierro.

¡Es que se está muriendo mucha gente!, casi con desesperación me lo dice mi hija mirándome a los ojos en busca de una respuesta que no tengo. Hace ya un tiempo que extendió sus alas fuertes, luminosas, llenas de la quitina que las sostiene, pero hoy con inmensa tristeza las repliega, pareciera que quisiera volver a ser capullo. Capullo de mujer mariposa…
Alrededor pasa de todo y pasa nada, los que seguimos trabajando nos vemos sumergidos en una vorágine de compromisos, cumplir, llegar, pensar, producir, comunicar, conceptualizar ¡¿qué?!
¿Qué apuro tenemos? Nos resistimos a pensar que este no será nunca más un año común, no se puede recuperar este tiempo de encierro, pero puede no ser tiempo perdido.
¿La escuela? ¿el fútbol? ¿Los recitales? no hay objetivos que nos convoquen allí, se ha vuelto objetivo principal la conservación de la vida, la exaltación de la solidaridad, la práctica de la empatía, la comprensión y la lucha y el vecino de enfrente y nuestros hijos e hijas y nuestros viejos y viejas... Despacio, tranquilos, sin apuros, que la que nos corre es la muerte y no la vida.
Momento de resignificar el encuentro, momento de sincronizar con los otros. Como cada noche a las 21hs., esa cita que nos hace estallar en aplausos con un nudo en la garganta y las palmas abiertas para que resuene, para que replique.
La tecnología se ha vuelto un espacio tangible, impacta profundamente "tener una cita" por Meet, por Skype, por video llamada, pedirle ayuda a otro, aunque sea por este medio, escuchar otra voz... Escuchar esa voz, la que oíste en vivo por última vez ya hace más de 8 días.
Perder contacto con la mirada, la expresión del otro, sus guiños personales, esas señas que nos dicen cuánto los conocemos... Se extraña y mucho. Lo espontáneo, lo no pensado, el vuelo colectivo, la risa colectiva, la canción porque sí, esa que irrumpe cuando alguien llega guitarra en mano y de pronto todos estamos cantando.
Se escuchan miles de teorías, los opinólogos de siempre y los recién que están debutando hablan de conspiraciones, de guerras biológicas, de profecías cumplidas. No sé ni me importa si esto fue una conspiración, una prueba macabra de una potencia que pretende exterminar a los más débiles, no me importa porque si así fue algo les falló, salió mal… Sé que es una gran crisis y para muchos de nosotros las crisis en lugar de un tremendo abismo es una tremenda oportunidad de cambiar algo, alguito.
Nunca había hablado con mis vecinos de enfrente y desde mi 8° piso me encontré una mañana hablándoles, dirigiendo mis saludos y mis palabras a su terraza calle Campana por medio. Y deseo con toda el alma, ya no me alcanza desearlo con el cuerpo y la mente, que cuando esto pase recordemos, le demos una patada en el culo a la soberbia, y la mantengamos a raya entre todos, que mantengamos viva la memoria, no somos inmortales, el de al lado importa, si yo vuelo, tú vuelas, si todos volamos somos como las mariposas orando en el aire. 
¿Por qué digo que el vuelo de la mariposa es una oración? Porque cuando las ves volando en bandada tu mente se va con ellas, como cuando elevas una plegaria.
Porque orar es como ausentarse mentalmente y lograr introducirse en lo más hondo de nuestro corazón para que surjan los sentimientos que nos habitan, traerlos al presente, dejar que nos embargue la emoción de cada uno. ¿Importa que oración? Importa que sea colectiva, lo demás es puro misterio…
Sin duda este tiempo será parte de la historia, una historia en la cual artesanalmente fuimos tejiendo puentes... Animemos al otro y como supo cantar  Gustavo Cerati "Usa el amor como un puente"