domingo, 1 de julio de 2018

Bajo sospecha

Vivir bajo sospecha se ha convertido en un modo de transitar la vida, terrible estado de incertidumbre con el que lamentablemente estamos acostumbrándonos a caminar. Casi como nuestra sombra nos acompaña paso a paso, la sospecha.
Una sospecha sin nombre, la peor de todas, la de las mil caras... Puede ser que seas débil en tus desiciones, puede que seas de izquierda o de derecha, o quizás seas abusivo, o que sólo te interese el dinero y especules en cada desición que tomás para SACARLE dinero al otro, un modo de robar. También puede ser que seas un ser politizado o apolitizado, que pienses demasiado o que no pienses, que seas un creyente empedernido o un descreído de toda fuerza superior, que seas caudillo, caudilla o que seas cobarde.
Se han perdido los términos medios, se perdió hace rato el respeto y la conciencia de que somo apenas una partícula de materia en esta inmensa galaxia, he aquí otra posible sospecha, ser un volado o una volada que tiene pajaritos en la cabeza, que cree en vaya a saber qué fuente de creación o una persona sin espiritualidad que no se conmueve por nada ni siente que sus actos puedan ser promotores de consecuencias.
Así vivimos cada día, encerrados y encerradas en nuestras casas tras gruesas rejas, códigos de alarmas de seguridad, puertas blindadas...
Así transitamos en automóviles con ventanillas cerradas, vidrios polarizados, llaves corta energía...
Así caminamos las ciudades, con la mochila apretada en el pecho, ya no las llevamos a la espalda, la cartera  asida con fuerza, las manos apretadas, el oído atento y la mirada alerta.
Imposible transitar así la vida, si cada paso que damos es mirado con desconfianza, si se ha perdido la fe en el otro, si la mirada es esquiva y cargada de temor, si somos todos objetivo de otros, si no existe más la sinceridad.
Si seguimos con especulaciones, si no nos hacemos cargo de que vivimos la realidad que creamos, estamos acabados como sociedad.