martes, 21 de febrero de 2017

¿Quién soy?

Hoy no debería escribir, o al menos no para todos , o quizás si...

Ayer me sentí feliz recuperando recuerdos, raíces, molduras que estaban ocultas bajo un manto de olvido o no puedo, porque de pronto volvieron a mí y pude no solo recordarlas, sino revivirlas al compás de alguna vieja gaita gallega. 
Me dí cuenta que muchas veces sumergimos en el olvido experiencias poderosas de nuestro pasado, o será que los años que nos quitan la vista en definitiva nos aclaran la visión de las cosas y nos permiten ver cuántos buenos momentos atesoramos en el alma.
La alegría que emociona y hace llorar, esa que te conecta con lo potente de la juventud en la que no existen no puedo cuando el deseo embarga y trasciende los obstáculos. Inmediatamente irrumpe la pregunta ¿Porqué no me dí cuenta de los intensos destellos felices?, las respuestas son tantas como individuos la enuncien.
Descubrir quienes somos no siempre nos resulta posible, ¡tanto afán puesto en quienes queremos ser!, entonces irrumpe otra pregunta, ¿Quienes queremos ser, para nosotros o para ese otro que nos mira?. Muchas dibujaremos la respuesta, le pondremos filigranas doradas para que pase desapercibido que la mayoría de las veces queremos ser para otros, para ser aceptados o valorados o amados.
Lo más difícil sucede cuando quien una es en realidad pulsa por salir, por aparecer, por romper esa cáscara en la que nos envolvemos para parecernos a la imagen que queremos mostrar. Allí nos sentimos en peligro, tambalea nuestro sostenido equilibrio sustentado en ilusiones superpuestas unas sobre otras, todo por entregarnos al deseo del otro. 
Y un día ese otro se corre, o desaparece o enfoca su mirada hacia otra parte y la capa protectora de nuestra cáscara se resquebraja dejándonos a solas con nuestra carcasa a cuestas.
Y es en ese entonces cuando te sientes desnuda, desprotejida y desorientada porque quien una es en realidad empieza a salirse por cada grieta y a corporizarse delante tuyo y aunque esquives la mirada tu ser se vuelve omnipresente y está en todos lados, en todos tus gestos, en todos tus recuerdos obturados, en todos tus saberes adquiridos, en todo el reflejo que te devuelve el espejo. Ahí, justo ahí es donde debes decidir si te fundes con tu verdadero ser o eliges volver a construir una carcasa para alguna otra mirada externa.
Muchas veces las peores situaciones de tu vida terminan siendo las más grandes oportunidades de retornar a tu fuente, si te animas la vida te lleva por el camino de tus vivencias constructivas y te descubres disfrutando de guardados placeres, dejas de gozar el sacrificio en pos de y comienzas a vivir tu vida. 
Por supuesto que nadie te garantiza que no haya sinsabores en el nuevo sendero, pero ya no le temes a mirar hacia atrás, porque comienzas a utilizar ese dolor como motor de lo contrario, y no es rencor, es claridad de lo que fracasó y no fue ni será ofreciéndote la oportunidad de hacerlo de otra manera.
Pero obviamente esa es una elección que deberás enfrentar tú sola.

sábado, 4 de febrero de 2017

Como la marea.

Horas sentada frente al mar, la mirada perdida en su cadencia, a veces suave, a veces envolvente, a veces bravía. Pensaba en su inmensidad, en su color, en su olor, en su imponente presencia, y hoy recordándolo se me antojó que el mar es como el reflejo de cada alma que lo observa, unas veces de agua cristalina por su manso tránsito entre la inmensidad y la playa como borde, otras veces translúcido revolcando arena y otros restos de su propio suelo y algunas veces opaco y arenoso por la furia con la que rompe el borde de su playa arrastrando cual lastre todo su pasado de rocas, seres y caracolas.
¿Será por eso que me quedo suspendida en el tiempo mirando el mar? ¿Será que cada día intento descubrir en él los sentires que me refleja?.
Como con la marea también mi mar interior trae y lleva, trae y lleva, trae y lleva, trae y lleva, trae y lleva.
Así sucesivamente recorro los más recónditos espacios de mi alma. He descubierto que a través de los años y mi crecimiento personal cuando trae por ejemplo recuerdos tristes del pasado los trae cada vez más pequeños, más pulidos, como las conchillas rotas, pero cuando los recuerdos son felices el pulido resalta el nácar que conservan dentro y brillan a la luz del sol. Y ¡guarda cuando arrastra lastre! esos días mi marea arrasa con playa y todo en una confusión de arena, conchillas, algas y otros componentes indescriptibles, pero como la marea, mi alma, cada vez que irrumpe cuando se retira deja lo que sobra, rompe lo que había avanzado demasiado cerca de la costa y vuelve a su plácido movimiento acunador.
Será por eso que cada vez que voy al mar me traigo esos restos de caracolas pulidas y nacaradas, porque amo rescatar restos de mi pasado feliz.
Será por eso que siempre les dije a mis hijas que esos eran amuletos que nos regalaba el mar, porque en realidad no soy yo la que los rescata de la playa, son ellos que me rescatan de la nostalgia.