sábado, 29 de diciembre de 2018

HOY, 29 DE DICIEMBRE


Si pudiera poner en esta página todas las cosas que siento tal cual las siento, si pudiera frenar a mi propia censuradora, si me dejara de importar lo que piensan los demás de mis propios sentires, sería totalmente libre de mí. 
Pero pesan los años de formateo infantil, pesan los armados y las construcciones de cómo ser amada, cómo ser querida, cómo ser buena persona, cómo ser, cómo deber ser, cómo ser una persona como la gente. Me pregunto a mis 55 años ¿Como qué gente?

Estamos en esos días previos al cierre cronológico de un año más y es inevitable, a pesar de todas las frases que puedas esgrimir sobre las fechas comerciales, hacer reflexiones sobre tu vida. 

Echarles la culpa a las fiestas es el argumento preferencial si no te querés hacer cargo de que pensar que otro final/inicio te para frente al espejo, si tratas de ignorar tus propias actitudes miserables y las de los que te rodean, si intentas mantenerte al margen de cotejar tu paso por la vida y hacerte cargo de todas y cada una de tus decisiones.

Hoy desperté con la extraña sensación de aquellos/llas que no pueden cambiar sus vidas y entonces alivian sus propias cobardías juzgando a quienes se atreven, toman riesgos y a pesar de cargar con heridas y cicatrices imborrables de cada una de ellas siguen asumiendo su vida y tomando el timón para atravesar sus propias tormentas. ¿Que hemos naufragado muchas veces?, sin duda. ¿Qué hemos hallado islas maravillosas en las que refugiarnos? Sin duda.

Desde anoche mi programación antigua trata de tomar mi disco duro y volver a formatear mi actualización, pero hace unos minutos la cara fresca de mi hija preocupada por mi tristeza me recordó que no es posible volver al mismo programa, ni al mismo lugar, ni retornar a ser mi propia censura.

Como Alicia a través del espejo vuelvo a jugar con el absurdo supuesto de que esa superficie brillante te devuelve tu verdadera imagen, vuelvo a jugar con ver la izquierda a la derecha y la derecha a la izquierda, vuelvo a desestructurarme para dejarme sorprender por aquello que he transitado con valentía y desenfreno.

Amo espejarme en los ojos de aquellos que me aman sin restricciones, allí la derecha es derecha y la crítica es constructiva y no hay jueces ni verdugos, sólo compañía, sinceridad bruta y crítica constructiva, amo no tener séquitos de seguidores sino seguidores de afecto sincero, esos que pueden abofetearte para que vuelvas en ti.

Adoro los afectos que vengo sembrando y aquellos que son nuevas mieses para mi vida. Acepto haber descubierto quienes no saben de la amistad que duele porque sana y de la hipocresía vestida de franqueza., sobre todo quienes aprenden y enseñan que hay un espacio para lo público y otro para lo privado y que es potestad de cada protagonista abrir esas puertas.

Doy eternamente las gracias a las páginas en blanco porque mientras las transito me permiten tatuar en ellas palabras que alivian, y en ese devenir de la escritura recuerdo QUIEN SOY EN REALIDAD y entonces me importa muy poco quienes y cómo piensan que soy aquellos que creen conocerme.

Tengo mucho que agradecerle a la vida, AMIGOS/AS que cuento con los dedos de mis manos, CUENTOS que no dejan de llegar, LIBROS en camino, UN ESPACIO ESPEJO en el que mirarme y pensarme cada semana, MIS PEQUES, MIS ETERNOS Y MARAVILLOSOS PEQUES que me enseñan todos y cada uno de los días que hay razones que maravillan, MIS HIJAS: la aventura interminable de haberme convertido en mamá y el amor indescifrable, incorruptible y libre, liviano como una pluma al viento, MIS DECISIONES en la vida, todas y cada una fueron enseñanzas valiosas. Y muchas otras CONSTRUCCIONES PROPIAS, no de sangre, no de herencia, no de miedos ni de obligaciones.

Me hago responsable de mi legado en construcción y del tránsito por este 2018 y me abro a lo que traiga el 2019.