Fue increíble sentirte en mis huesos, ni bien ví el mar verde esmeralda y el permanente vuelo de gaviotas empecé a recordar, como si hubiera pertenecido a este paisaje desde siempre, como cada cuento de la abuela, como cada anécdota de tus travesuras, como cada sonido, olor, sabor, roce del viento.
También empecé a entender el dolor, la morriña, as saudades, ¿quién podría dejar estos colores tan fácilmente y desapegarse de este paisaje?, aquí dejaste mucho mucho, los huesos de tu padre aunque no supieses dónde estaban, dos hermanas, sobrinos y sobrinas y tu esencia.
La abuela tuvo miedo de esa España tan exultante, tan dura aún, tan intransigente y vos tan joven, tan apasionado, tan inquieto, tan curioso y necesitado de verdades que nunca llegan, y te sacó de aquí sin más, con ese instinto protector, madraza inmensa.
Loba dolorida, a pesar de haber encontrado cierta estabilidad económica, laboral, no le iban a arrebatar otro Jaime, NO!
Pareciera que sólo los que vivimos en Argentina poseemos esta perspectiva, porque de algún modo padecimos el desarraigo de los nuestros, nuestras primas y primos de aquí no lo sienten tan en carne viva, pero yo te ví llorar muchas veces, ¡te ví!.
Por eso danzamos al compás de las jotas y las muiñeiras, por eso crecimos entre alalás e cántigas, por eso a pesar de no hablar claramente el gallego lo comprendemos desde las entrañas. Aquel año en el que traían la noticia de que tenías pasaje pago para volver vos te habías dormido para siempre, ella llegaba de Coruña con la buena nueva y se encontró el mismo día con la triste nueva, así es la vida, así fue la tuya, llena de jugarretas del destino.
Pasaron 10 años más, despedimos tu cuerpo con fuego y arrojamos las cenizas al río con la esperanza aquella de que todos los ríos van a parar al mar y el inmediato entre ambos continentes es el Atlántico, así que soñamos que llegarías. Y lo hiciste, estoy segura, hoy puedo caminar estas Rúas y cada paso es una punzada intensa mezcla agridulce que me recuerda que estoy viva, cada gaviota es mía y me lleva a volar sobre el mar que acaricia estas costas, cada raiola entre las bretemas es un saludo tuyo que me dice que ya estás aquí, que no te busque más, que llegaste bien y por fin te quedaste para esperarnos de este lado del océano, a mí, luego a mis hermanas y seguramente a tus nietas y nieto que vendrán oportunamente a verte. También haces travesuras volando con Pedro Chusco y de hecho me han dejado atados al pie de mi cama sueños maravillosos, Gracias.
Claramente el amor vence a la muerte de muchas formas, ahora lo entiendo.
He visto tu torre de Hércules y he tocado sus muros, conmociones que sacuden y es que sólo las y los que somos hijas e hijos de la morriña podemos entenderlo, llevamos la gaita como fuelle en el pecho y lo celta como células que flotan en cada centímetro de nuestra sangre.
La Coruña es como decías, una ciudad en la que nadie es forastero y donde las cosas tienen alma.