domingo, 16 de agosto de 2020

Infancia, niñez

 La infancia no es un lugar, ni un momento, ni una serie de comportamientos, ni puntos que se alcanzan en el desarrollo. La infancia para mí es un estado, un sitio habitable, un mundo de posibles infinitos que tiene un espacio tiempo de resguardo cada sujeto. Cuando nacemos desconocemos ese lugar, pero nuestros adultos cercanos lo empiezan a develar para cada uno de nosotros. Un abrazo, un acune, una nana, unas manos que giran sobre sí mismas, unos ojos que nos miran tratando de descubrir, de traspasar ese cuerpo que nos contiene para dejarse sorprender por lo que habita dentro. Y la magia comienza a despertarse, la inocencia, la sorpresa, la curiosidad infinita mientras exista un posible, las miradas y los gestos constituyen un lenguaje único que se establece en ese mundo co-creado. Luego se suman los otros que comienzan a construir diferentes estancias en ese lugar llamado infancia, y hay cuartos amorosos y otros terroríficos, los hay brillantes e iluminados, los hay oscuros y fríos. Pero la infancia tiene un escudo, una armadura invisible y muchísimo más resistente que ninguna aleación y protege, guarda, conserva, atesora aquellas experiencias que la conectan a lo vital, pulsa en la infancia un corazón incansable. Los que nos decimos adultos creemos que ya hemos pasado por allí y que es parte de nuestra historia, nada más, pero es la mentira existencial más grande sostenida por una cultura que lo impone, yo poseo una maravillosa llave que abre esa armadura llena de abolladuras y marcas, es la que pongo en acción cuando cuento un cuento. Los rostros se suavizan y la comisura de los labios comienza a curvarse acompasando una historia. Todos poseemos una llave para refrescar la infancia de los adultos que nos rodean y todos debiéramos tener siempre presente que los que ya la habitamos somos los responsables de cuidar y proteger ese espacio de cada niño para que tenga el tiempo y las condiciones necesarias para construir la suya, la propia. Yo asumí ese compromiso y convoco a que se sumen, si alguno o alguna olvidó como era utilice su propia llave para ingresar. Ahora que nos toca la tarea de ser guardianes de las de otros y otras niñas utilicemos nuestras estrategias para hacerlo. Cada niño y cada niña posee el derecho de sacar la espada de la piedra, la famosa Excalibur para reinar en su NIÑEZ con libertad y respeto. Conozco muchas mesas redondas en las que caballeros y caballeras se sientan a recordar los preceptos de la tarea, algunos se llaman a si mismo licenciados, maestros, mamás, papas, tías, abuelas, médicos e infinidad de títulos y nombres que se fueron acuñando a lo largo de los siglos, pero creo que en realidad esas mesas están compartidas por sujetos que no olvidaron su infancia y que en su nombre protegen las nuevas con alma y vida. 

Maruxa