lunes, 10 de abril de 2017

Bailarina silenciosa, baila en el silencio de tu alma herida...


En el silencio más profundo de sólo el batir de alas, sutiles alas, translúcidas alas, iluminadas alas, dolorosas alas, efímeras alas... Bailan.

Cuando nace una mariposa debe romper su capullo con la fuerza de sus alas, sólo de ese modo se garantizará su fortaleza para volar. Ni antes, ni después, en ese instante profundo y potente destroza su mundo conocido para abrirse a uno que desconoce e irrumpe a su alrededor.
En ese instante en algunos otros miles de espacios otras miles de mariposas atraviesan el mismo proceso... Y sin embargo son todas tan distintas y tan iguales, y sin embargo se desconocen y reconocen instintivamente.
A las mujeres mariposa nos sucede algo similar, lo extraño es que no a todas nos ocurre en el mismo período, ni tenemos un ritmo exacto para que pase, depende mucho de cómo armamos nuestro capullo, con qué herramientas, cuán grueso o delgado, cuan resistente o frágil es.
Sin embargo una vez que hemos destrozado nuestra envoltura, somos. Y ser nos conduce a encontrarnos y a acompasarnos, mecernos, danzar y volar juntas.
Las mariposas bailarinas estamos esparcidas por doquier pero cuando suena la sinfonía de los inmensos, intensos silencios, bailamos en el viento.
Y somos una, sí una, como la ola que se mece y se esparce o que irrumpe, rompe y orada la roca.
Una más, otra mujer mariposa, bailarina, silenciosa se ha sumado a una nueva nube de mariposas intangibles que desde su colonia inspiran el recorrido de las que aún permenecen aquí, en la tierra. Y aunque fue brutalmente detenida en su vuelo y le hayan arrancado las alas, seguirá bailando silenciosamente a nuestro lado.
Y su silencio ahora permanente encenderá nuestras gargantas, iluminará aún más nuestras alas y reforzará nuestra coreografía inédita cada vez, así vivirá en cada mariposa que destelle a la luz del sol, así seguiremos siendo UNA.

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