“Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”. Eduardo Galeano
Hoy el interrogante de quienes somos ha tomado unas dimensiones inconmensurables, los argentinos y las argentinas en el día de ayer asistimos a un espectáculo deplorable en el que el desentendimiento, la falta de apertura para analizar más allá de las cifras y la hipocresía nos han dejado al descubierto un país en el que la educación y la salud se ha vuelto objeto de meras estadísticas.
Con asombro hemos sido testigos una vez más del desatino de nuestros gobernantes, toda la ciudad de Buenos Aires en vilo frente a las pantallas esperando la confirmación de si las escuelas de CABA respetaban o no el DNU enunciado por nuestro presidente. Momentos de intensa angustia para las escuelas, sus directivos, sus docentes y sus comunidades, luego de haber elaborado durante el viernes hasta altas horas de la noche herramientas y dispositivos para asumir por dos semanas la virtualidad aparece en los medios la noticia de un posible recurso legal para desandar lo enunciado. Y otra vez podemos hablar de la falta de empatía, de los excavadores de grietas, de los artificios que se utilizan para desarmar, para esgrimir con descaro que lo que se pretende cuidar es la educación, la escuela, las infancias, la cultura.
Ni la más cruenta historia de “Misteriosa Buenos Aires” de Mujica Lainez hubiera perfilado una historia tan desatinada, ni “Los cuento de la Tía Clementina” de Perla Zelmanovich rememorando las interminables desinteligencias de la colonia y sus cinchadas entre variados intereses podrían haber imaginado semejante desafuero.
¿Será que así somos? ¿Qué hacemos para cambiar entonces lo que somos?
Se llenan la boca hablando de los derechos de los niños y las niñas a la educación y olvidan el concepto fundamental de garantizar la salud y la seguridad de todos y todas.
En esta historia no sucede como en los cuentos de hadas en los que aparece el personaje mágico con la solución inesperada, sin embargo como en los cuentos fantásticos el camino del héroe está lleno de obstáculos para lograr su tarea y cada prueba superada es un aprendizaje que deviene de sus decisiones, que lo cambian, lo modifican y lo construyen como otro sujeto, uno nuevo que surge de su propio accionar. Quiero creer que somos capaces de emprender ese camino con conciencia social, que somos capaces de escribir una historia diferente en la que no primen los intereses económicos ni político partidarios sino los que hacen de este país un lugar deseado para crecer y vivir.
En plena PANDEMIA mundial aquí seguimos lidiando con los ombligos de siempre mientras nuestros docentes esgrimen sus escasas herramientas para enfrentar al temible dragón, y es que nadie se salva solo, para vencer al dragón necesitamos juntarnos y formar una masa de seres humanos conscientes de que sólo venceremos si empujamos todos hacia la misma dirección.
En lo personal intento hacer para cambiar lo que soy, lucho contra lo injusto, lo precarizador, lo que nos vuelve objetos en lugar de sujetos. Quiero creer que aún tenemos fuerza para hacernos escuchar y exigir que la justicia ejerza las leyes por el bien público, en forma prolija y ecuánime.
Quizás debamos volver a leer “Don Quijote de la mancha” para inspirarnos en las palabras de Miguel de Cervantes:
Un pueblo que se siente protagonista de su propia acción la avala y se convierte en un verdadero actor de la transformación y el cambio.
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