jueves, 26 de agosto de 2021

Leer para no morir, leer para vivir o vivir para leer.

 

En tiempos de pandemia cuando parece que todo el mundo tambalea y aquellas certezas que creíamos conquistadas se desvanecen en el aire, nos queda la lectura de un buen libro como recurso tangible.

Me pregunto que sería de aquellos que no suelen acercarse a la lectura si en lugar de una pandemia sanitaria sufriéramos una pandemia tecnológica. Si un virus maligno se colara por las venas de la informática y colapsaran los medios de comunicación. Si Netflix entrara en terapia intensiva y Amazon saturara a bajísima frecuencia. Si las fibras ópticas sufrieran una embolia, si los satélites ingresaran en una zona obstruida por cepas meteóricas y los televidentes además de perder el gusto y el olfato perdieran contacto con las emisoras.

¿Colapsaría la humanidad? Me gusta pensar que si todo esto ocurriera siempre tendremos los libros… Los gloriosos textos impresos, de tapa dura, de tapa blanda, de bolsillo o de edición clásica, los artísticos o los bibliográficos, libros, libros, libros.

Cuando me sumerjo en esta idea se abre una galaxia increíble e imagino a los iletrados descubriendo un universo de historias posibles e imposibles, pensadas e impensadas, listas para ser descubiertas como quien profana un tesoro o una tumba oculta entre las arenas del tiempo.

Así pasarían ante esos ojos ávidos y nuevos, joyas literarias, novelas, policiales, antologías, sagas, cuentos, obras de teatro y muchísimos otros modos posibles de transitar la lectura.

Para quienes quieran explorar este vasto universo van algunas recomendaciones de mi propia bitácora de viaje.

La saga de los confines – Liliana Bodoc

El plan infinito – Isabel Allende

Mujeres de ojos grandes – Ángeles Mastretta

El último encuentro – Sándor Márai

La mujer Habitada – Gioconda Belli

Eragon (La saga) – Christofer Paolini

Doce cuentos peregrinos – Gabriel García Márquez

Dictadoras – Rosa Montero

El corazón helado – Almudena Grandes

Misteriosa Buenos Aires – Manuel Mujica Láinez

Prohibido suicidarse en primavera – Alejandro Casona

La cola de la sirena – Conrado Nalé Roxlo

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